top of page

Poesía y Política: Una Articulación desde el Pensamiento Contemporáneo

Actualizado: 30 jun

En este ensayo, nos aventuramos en la exploración de dos mundos aparentemente distantes: la poesía y la política. Tomamos como punto de partida el ensayo de Alain Badiou, "¿Se puede pensar la política?", impregnado de conceptos lacanianos y heideggerianos, pilares del pensamiento actual.


Badiou nos invita a pensar más allá de lo convencional. Si Heidegger buscó el fundamento en el poema, Badiou nos reta a encontrar el enunciado errático verdadero, como preludio indispensable para inaugurar un nuevo pensamiento político. Este nuevo paradigma político surge tras el duelo por la muerte del marxismo, abriendo paso al "hay" del acontecimiento fundacional de una práctica política radicalmente diferente.


El marxismo, como movimiento político, está históricamente destruido

La esencia misma de la política se encuentra en su paradoja: no puede asegurar estructura ni sentido, ya que su único referente es el acontecimiento. Así, la política como pensamiento activo interpretante debe liberarse de la tiranía del Discurso Amo.


El Poder del Lenguaje: Del Logos Poético al Principio Retórico

Los grandes pensadores contemporáneos nos enseñan que no existen hechos, solo interpretaciones. El lenguaje se erige como la herramienta primordial para construir la realidad. La poesía, en su capacidad para trascender el discurso racional, se posiciona como la expresión más genuina del pensamiento.

Heidegger, Derrida, Foucault y Lacan nos muestran que pensar es poetizar. La interpretación de un concepto implica remontarse a su origen, a su creación. Vivimos en un mundo de metáforas, donde cada individuo inventa su propia verdad, al igual que los poetas.

Hobbes y otros pensadores intentaron establecer una ciencia política basada en la fijación de significaciones. Sin embargo, el advenimiento del capitalismo tardío y el giro lingüístico cambiaron las reglas del juego. Ahora, el principio retórico prevalece sobre los principios lógicos, y la persuasión es clave en el ámbito político.


El Desafío de lo Inadmisible: Pensamiento Dialéctico e Intervención Política

Badiou y Lacan nos desafían a pensar la política desde la ruptura con lo establecido. El pensamiento político auténtico no puede reflejar la realidad, sino que debe interrumpirla, creando efectos mediante la interrupción de la cadena de representaciones.

Para crear nuevos mundos, debemos abandonar el sentido común y apostar por lo inadmisible. El acto político, al igual que el acto analítico, implica abrir una brecha en el saber establecido, sin garantías ni certezas.

En resumen, la política y la poesía se entrelazan en un juego de lenguaje donde la creación de significados y la ruptura con lo establecido son fundamentales. El desafío reside en encontrar ese enunciado verdadero, capaz de cortar el circuito del discurso capitalista y abrir paso a nuevas formas de pensamiento y acción política.




A continuación el desarrollo del tema:


“…hay una violencia, dice Fernández Retamar, en el encuentro entre dos movimientos de diferentes velocidades (la política, la poesía) y de esa confrontación flamígera nace no sólo una cultura nueva (su posibilidad) sino también un arte desconocido, una lengua apenas entrevista que es, antes que un repertorio de unidades léxicas y una gramática, una intensidad pura, un campo magnético, la irrupción del acontecimiento y de lo contemporáneo”.


Este ensayo intenta articular dos campos discursivos disímiles: el de la poesía y el de la política. Se tomó como eje de articulación el ensayo de Alain Badiou “¿Se puede pensar la política?”, impregnado de conceptos lacanianos y heideggerianos, referentes ineludibles del pensamiento contemporáneo.

Si Heidegger tuvo que buscar el fundamento en el poema, nosotros, dice Badiou, debemos encontrar el enunciado errático verdadero, no sin previamente pensar hasta el fin el ciclo anterior. Ubica, de esta manera, a la muerte del marxismo como fuente para inaugurar otro modo de pensar la política, no sin antes hacer el duelo por esta destrucción, lo cual posibilitaría el “hay” del acontecimiento[1] fundacional de una práctica política radicalmente nueva.

El marxismo, como movimiento político que se oponía al capitalismo, está históricamente destruido. Su mantenimiento conceptual es de orden discursivo, sin posibilidad alguna de incidencia sobre el nuevo orden mundial, neoliberal y tecnócrata.

Teniendo en cuenta que las fuentes de nuestro pensamiento son heterogéneas respecto de lo que pudo pensar la tradición marxista (la filosofía alemana, la economía inglesa, la política francesa, hoy están agotadas), se torna necesario otro modo de situarse frente al Discurso Amo

La dificultad radica en la esencia de la política, cuya paradoja se manifiesta en el hecho de que no puede asegurarse la estructura ni el sentido, porque no tiene otro referente que el acontecimiento. De este modo la política, entendida como pensamiento activo interpretante, no puede ser pensada más que librándose de la tiranía del Discurso Amo.

Ejército de metáforas. Del principio lógico al principio retórico

Luego de las obras de Heidegger, Derrida, Foucault, Lacan, sabemos que no existen hechos, sólo interpretaciones, y toda interpretación interpreta otra interpretación.

Fuera del lenguaje no hay nada (nihil), es decir, la cosa en sí no se conoce por fuera de los discursos que hablan de ella o la construyen. En este sentido, el lenguaje ha pasado a ocupar el lugar del dios del medioevo y del hombre de la modernidad. Para que algo exista es necesario que el lenguaje lo nombre.


Los pensadores contemporáneos no privilegian ya el saber científico como vía de acceso a la verdad, sino la manifestación artística, y la poesía por sobre las demás. El logos poético es anterior a la ratio científica. Pensar es poetizar.

La hermenéutica heideggeriana, la deconstrucción derridiana, la genealogía foucaultiana, el psicoanálisis lacaniano, impusieron cada uno a su manera, un nuevo método: pensar un concepto significa remontarse hasta el momento en que fue creado o inventado.

Habitamos un mundo de metáforas, cada científico, cada filósofo y cada artista, inventa su verdad a la manera de los poetas, sin que pueda hablarse de una verdad absoluta. Esta es la razón por la que Platón decide expulsar a los poetas de su Estado ideal, gobernado por un filósofo.

A principios del siglo XVIII Hobbes se propuso fundar una ciencia de lo político, entendiendo que la función del Estado consistía en fijar[2] significaciones, definiendo cada uno de los términos de manera rigurosa y unívoca, para que los ciudadanos pudieran convivir. En su Leviatán afirmó que los seres humanos se despedazarían mutuamente si no existiese un Poder superior que organice y que ordene a la sociedad. Con su célebre frase "homo homini lupus”, sostuvo que el hombre librado a su propio capricho y a su propia suerte no es sino un animal considerablemente peligroso que, dadas ciertas circunstancias, puede volverse peligroso para sus semejantes. Partió de la idea de que todos los miembros del grupo acuerdan por voluntad propia un contrato social, en virtud del cual admiten la existencia de una autoridad y de ciertas normas morales y leyes, a las que se someten. La figura del Estado garantizaba la esfera de lo público, pero suponía la renuncia de una parte de la subjetividad y la delegación del poder individual a la estructura de la representación política.

Hacia fines del siglo XIX se produce el acontecimiento Mallarmé (anunciado por Hölderlin a principios del siglo), cuya influencia en una serie de filósofos (de Nietzsche a Heidegger) permite pensar la poesía como esencialmente desubjetivante. Si el poema sólo es posible cuando el sujeto se ausenta, la poesía se convierte en una suerte de matema o fórmula, cuyo fundamento se encuentra en la relación que los significantes mantienen entre sí, y ya no en la presencia de las cosas

A mediados del siglo XX, en su seminario La relación de objeto, Lacan introduce el símbolo algebraico del "Otro barrado", que designa la falta del significante en el Otro (universo simbólico). No importa cuántos significantes se agreguen a la cadena significante, esta estará siempre incompleta, pues carece por estructura del significante que la complete. La cadena significante está por lo tanto aquejada de una negatividad radical: falta el objeto absoluto. Si el sujeto se constituye en el Otro, el significante faltante es, entonces, constitutivo del sujeto.

El discurso analítico posibilita para el sujeto, en el marco del dispositivo, la revelación de la inconsistencia del Otro, la emergencia del Otro barrado. El objeto a[3], invención de Lacan, cumplía la función de darle consistencia al Otro en el fantasma. Se reconstruye así, en una cura analítica, que si hay algo del ser, es algo del ser en tanto vacío. El ser no tiene ninguna sustancia. No se puede predicar nada del ser, más que en tanto siendo éste, vacío. El S1, significante primordial y matriz fundadora del lenguaje, es el significante que simboliza el fracaso de sentido y por lo tanto, la emergencia del sin sentido[4], en la medida en que siendo el significante que instituye al sujeto, ningún significante puede representarlo en su totalidad. La soledad del sujeto, en este sentido, es radical.

De lo que se trata en el acto analítico es de la inconsistencia del Otro; se precipita el momento de concluir (de interpretar) allí donde surge la inconsistencia del Otro. Entonces, el análisis devuelve al S1 la función señalizadora del vacío, del agujero de la causa perdida en la constitución subjetiva.[5]


Ahora bien, desde el punto de vista social, el griego, el judío, el católico, son discursos que fundaron las comunidades occidentales en base a la obediencia al cosmos, a dios, al imperio, a la ley. Como consecuencia del giro lingüístico y del advenimiento del capitalismo tardío, durante el siglo XX los antiguos valores que habían fundado y dado consistencia a las comunidades, se derrumban, siendo reemplazados los principios lógicos (de identidad, de no contradicción, de exclusión y de razón suficiente) por el principio retórico, según el cual se trata de convencer a los destinatarios, de la verdad de un enunciado, a fin de que éstos lo acepten como válido, respetando ciertas reglas de juego del lenguaje.

Badiou, siguiendo a Lacan, afirma que si existe un punto de irrepresentable, de no especularizable, un pensamiento realmente político no puede adecuarse al reflejo de las realidades. Tiene que hacer corte ya que el pensamiento que no representa, produce efectos, mediante la interrupción de la cadena de representaciones.

Rorty afirmó que los grandes científicos y filósofos, fueron poetas vigorosos, en la medida en que inventaron nuevos lenguajes capaces de redescribir metafóricamente al mundo. El lenguaje es esencialmente poético y superficialmente científico, filosófico, político, etc.

Entonces, se trataría en política, de intervención en apuesta, es decir que el acto político, como el acto analítico, tiene que abrir una brecha en el dispositivo del saber, sin otra garantía mas que la propia experiencia (el pensamiento dialéctico no comienza por la regla sino por la excepción) a fin de que lo imposible tenga lugar. Este procedimiento político supone lo inadmisible como referente, aquello de lo que se parte, no lo que se espera, dado que no hay garantías. Es un razonamiento por el absurdo en la medida en que el acontecimiento politizado por la intervención equivale a “arrojar los dados” y pone a lo absurdo o inadmisible en latencia, siendo el tiempo retroactivo (nachträglich) el que caracteriza al acto, el tiempo del futuro anterior, “lo que habré sido para lo que estoy llegando a ser”.

Para crear nuevos mundos, el poeta debe ser capaz de abandonar el refugio que ofrece el sentido común. Para Rorty, una organización política idealmente liberal sería aquella cuyo héroe cultural fuese un poeta vigoroso y no un guerrero, un sacerdote, un sabio o un científico lógico y buscador de verdad.


En la edad de la ciencia, de la técnica, de los agentes publicitarios y del marketing, el principal obstáculo del pensamiento no es el absurdo o el sin sentido, sino el exceso de sentido que lo obtura. Sustraerse de las evidencias cotidianas y significaciones establecidas para pensar la política, es una apuesta.

Todo pensamiento dialéctico es interpretación-corte, porque una verdad que se sustrae al campo de lo nombrable hace agujero en el saber. Newton expresó la verdad en la fórmula F= m.a, Galileo con el axioma del “movimiento rectilíneo uniforme”, Mallarmé con el poema “Un golpe de dados jamás abolirá el azar”. Estos, fueron acontecimientos impensables desde la cosmogonía en la que se presentaron. Si el pesimismo es un asunto de la inteligencia y el optimismo de la voluntad, entonces es posible, aún, encontrar ese enunciado errático verdadero, capaz de cortar el circuito sin límite del discurso capitalista.

[1] Badiou Alain. ¿Se puede pensar la política?, pág. 52. “Llamo acontecimiento a que la calificación del régimen de lo Uno deja un resto; por lo tanto al disfuncionamiento de ese régimen. El acontecimiento no es dado, pues el régimen de lo Uno es la ley de toda donación. El acontecimiento es así el producto de una interpretación”. [2] Lacan estableció la díada fixión/ficción, mediante la cual se propuso dar cuenta de la estructura del sujeto y de su relación con lo real fuera de sentido. Fixión, de figo/fixi/fixum, clavar, hincar, fijar. Ficción, de fingo/finxi/fictum, formar, dar forma, concebir, representar, fingir, etc. [3] El objeto a (pequeño a) no es un objeto del mundo. No es representable, no puede ser identificado sino bajo la forma de fragmentos del cuerpo, reducibles a cuatro: el objeto de la succión (seno), el objeto de la excreción (heces), la voz y la mirada. Este objeto se crea en ese espacio que la demanda (el lenguaje) abre más allá de la necesidad que la motiva y se hace más precioso para el sujeto que la satisfacción misma de su necesidad, pues es la condición absoluta de su existencia en tanto sujeto deseante. La cadena significante, en su articulación, segrega un resto que no se puede significar, que no es articulable, Lacan denominó a ese resto, objeto a. Parte desprendida de la imagen del cuerpo, su función es soportar la «falta en ser» que define al sujeto del deseo. Esta falta sustituye, como causa inconciente del deseo, a otra falta: la de la falta en el Otro (lugar de los significantes) de un significante que responda por el valor de este Otro, de este «tesoro de los significantes»; que garantice su verdad. No hay garantías. De allí que la verdad tenga estructura de ficción. 4 Lacan, Jacques. El Seminario 16: De un Otro al otro. Clase 25, pág. 358. “¿De dónde viene este significante que representa al sujeto para otro significante? De ninguna parte, porque solo aparece en este lugar en virtud de la retroeficiencia de la repetición.Como el rasgo unario apunta a la repetición de un goce, otro rasgo unario surge a posteriori(après-coup), nachträglich.”




politica
poesía

9 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating
bottom of page